24/10/ 2016|

¿Qué crees que pensaría Juan Ramón Giménez si lo metieran a vivir en una de las miles de viviendas construidas en cualquiera de las muchas promociones que se han repartido por este país durante los años que van de 1997 al 2007 (burbuja inmobiliaria)? ¿Crees que seguiría afirmando que nuestras casas saben bien como somos? ¿Crees que en la mayoría de ellas se puede ver reflejado alguien?

Si bien la estandarización, la seriación de la vivienda no es un fenómeno que haya aparecido en esa fecha ni mucho menos, sí que es cierto que durante estos años se ha llegado a cotas desmesuradas incluso obscenas. En teoría el construir de forma eficiente, introduciendo elementos manufacturados en serie (puertas, ventanas, suelos, etc.) hace que más personas puedan tener una vivienda “digna” a un precio asequible para el común de los mortales.

Si este hubiese sido el caso de lo construido durante el periodo citado, podríamos darles como buenas y dejar de lado su total falta de personalidad, poca funcionalidad y ninguna estética. Pero lo verdaderamente sangrante es que desde el inicio de la burbuja se han pedido y hemos pagado precios desorbitados por espacios mal construidos, poco cuidados y nada pensados.

Uno de los ingredientes que ayudó a crear nuestra enorme burbuja fue la Ley 6/1998 más conocida como Ley de liberalizaión del suelo, sobre la que no voy a hablar pero os remito al video de Alex Saló, “Españistan”, muy didáctico y divertido aunque para algunos simplista y sectario. Con ella se dio demasiado  poder al promotor, que ante el poco control y consentimiento (ahora sabemos que interesado) de las administraciones públicas era quien al final decidía sobre tamaños, calidad de materiales e instalaciones y sobre diseño (o mejor sobre el NO diseño), y lo hacía basándose únicamente en criterios económicos, porque salvo honrosas excepciones, nada importaba el papel social que debe tener la vivienda  o las necesidades de quienes en ellas van vivir, solo el enriquecimiento de unos pocos que han conseguido sacar dos viviendas de los mismos metros cuadrados en los que antes construían una y a un precio más elevado.

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Se creó una vivienda estándar y despersonalizada, lugares muy difíciles de convertir en un hogar o adaptar a los diferentes tipos de formas de vivir que hoy existen, así el mercado es el que ofrece pero en la mayor parte de los casos, estas viviendas tendrán que ser reformadas, adaptadas por quienes las compraron si pretenden de ellas algo más que cobijarse del frio.

La gran mayoría de quienes  compramos una casa queremos un hogar donde desarrollar nuestras necesidades específicas, donde estar con la familia y amigos, trabajar si es necesario, poder tener nuestras cosas en un sitio cierto y adecuado, viviendas adaptadas a “tu” forma de vivir, lugares en el que dejar la impronta de quienes las habitan. Y es aquí  donde entramos nosotras, ofreciendo un estudio del espacio, elaborando un exhaustivo programa de necesidades, escuchando y  pensando siempre desde la sostenibilidad y el mimo a los detalles

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La estandarización elimina la personalidad, pero la burbuja y la avaricia levantaron viviendas pequeñas con materiales de baja calidad donde es difícil desarrollar todos los quehaceres cotidianos y mucho menos relajarse o socializarse, por ejemplo ¿por qué tenemos que tener la nevera en el hueco de la escalera, subirnos a la cama para poder abrir el armario o lo que es más grave, por qué los dormitorios son tan diminutos que ni siquiera permiten la socialización de nuestros hijos e hijas (es difícil pedir a los niños que jueguen con sus amigos en un cuarto donde casi no se puede abrir el armario o tienen que estudiar en la cocina porque en su habitación no cabe el escritorio).

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Hoy es complicado, pero si en principio nuestras casas no saben cómo somos sería muy conveniente que puedan aprenderlo y nosotras podemos ayudar.